La entrada norte a los Valles Calchaquíes es una invitación a descubrir escenarios naturales y paisajes culturales que son auténticas postales del Noroeste de Argentina. Entre montañas fantásticas, atravesando un camino que da testimonio del pasado fundacional de la Argentina, se conoce, también, una ruta vitivinícola que enamora.
Recorriendo los Valles Calchaquíes de Salta deslumbran paisajes de todos los colores y se visitan pueblos de tiempos antiguos, donde la historia prehispánica y colonial de la región se manifiesta en el patrimonio arquitectónico, cultural y museístico.

Conocidos como “la tierra del torrontés”, los valles salteños constituyen una de las regiones enoturísticas más importantes de Argentina. En la altura calchaquí, entre los 1.750 y los 3.050 m.s.n.m., el clima y las características del suelo contribuyen a la producción de vinos con historia – aquí la vid fue introducida por los Jesuitas en el siglo XVIII y varias de las bodegas datan de principios del siglo XIX – y con futuro, reconocidos en los mercados internacionales.

 

A las propuestas vinculadas con el mundo del vino se suman tentadoras actividades relacionadas con el ecoturismo, el turismo cultural, el turismo activo y los sabores de una tierra ancestral donde también se destaca, cada vez más, la cocina de autor.

Quebrada de Escoipe
y Cuesta del Obispo

Desde la ciudad de Salta parte, con rumbo calchaquí, la Ruta Provincial 33 que atraviesa el Valle de Lerma y la Quebrada de Escoipe para llevarnos hasta la zigzagueante Cuesta del Obispo donde el camino continúa en ascenso en su tramo más difícil… y bello.

A lo largo de esta cuesta hay miradores desde los que se obtienen vistas únicas, ideales para tomar fotografías. Piedra de Molino, a 3.348 m.s.n.m., es una parada imperdible.

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Parque Nacional
Los Cardones

Dejando atrás la cuesta del Obispo, cruzando el Valle Encantado ingresamos en la Recta del Tin-Tin, cuyo trazo –increíble- se remonta a los tiempos en que los Incas gobernaban la región. Aquí el camino atraviesa el Parque Nacional Los Cardones, un Área Natural Protegida de 65 mil hectáreas de desértica belleza donde entre los 2.700 y 5.000 m.s.n.m. se pueden encontrar ejemplares de cardones de hasta 3 metros de alto que, se calcula, tienen entre 250 y 300 años.

Payogasta

Payogasta es, en este recorrido, el primero de los pueblos de los Valles Calchaquíes, y nos regala, con orgullo, una de las mejores vistas del imponente Nevado de Cachi. Además de permitirnos conocer exclusivas bodegas de altura y fincas donde se producen, entre otras delicias, quesos de cabra y pimientos colorados de un sabor único.

Antigua población de origen indígena, su nombre significa ‘pueblo blanquecino’ y se enmarca en el Qhapaq Ñan o Ruta de los Incas, una red de caminos de más de 30.000 kilómetros de extensión que conectaba importantes centros de producción, administrativos y ceremoniales en los tiempos del Tawantisuyo y que en 2014 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad.

En Potrero de Payogasta se puede visitar un antiguo centro administrativo incaico, con todos los atributos arquitectónicos que lo definen: kallanca, ushnu, collcas. El camino continúa hacia Los Graneros de La Poma, un complejo sistema de almacenaje y redistribución.

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Cachi

A 10 kilómetros de Payogasta, siguiendo siempre por la emblemática Ruta 40, el tiempo se detiene. Callecitas adoquinadas, casas blancas y las campanas de una antigua Iglesia Parroquial dan la bienvenida a Cachi.

En el pueblo que se levanta en la confluencia de los ríos Cachi y Calchaquí se anda como si no importara el tiempo, se conversa con los cordiales pobladores y se descubren mil y una especias, de todos los colores y aromas posibles. Y con la tranquilidad que transmiten los cerros y los ríos, entre largas caminatas, cabalgatas y algún recorrido en bici, conocemos una cultura profundamente ligada a la tierra.

En los alrededores de Cachi se pueden visitar los sitios arqueológicos La Paya y Las Pailas. Y en Cachi Adentro, a 7 kilómetros de la plaza, puede conocerse el estilo de vida de los productores rurales y recorrer la belleza paisajística de El Algarrobal.

Molinos

Fundado en el siglo XVII, en la confluencia de los ríos Humanao y Luracatao, los alrededores cercanos a la antigua Hacienda de Molinos son hoy un pueblo serrano de teleros que mantienen vivas sus costumbres artesanas en diseños que acompañan la vida vallista.

En la Iglesia San Pedro Nolasco de los Molinos, construida en 1639, reposan los restos momificados del último gobernador realista, Nicolás Severo de Isasmendi. A metros del templo, en el Centro de Interpretación Casa Histórica de Indalecio Gómez, puede visitarse una muestra de auténticas artesanías salteñas y conocerse con detalles la historia del lugar, además de saborear exquisiteces locales como las empanadas cocidas en horno de barro.

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Quebrada
de Las Flechas

Rumbo a Cafayate, la 40 vuelve a impactarnos a la altura de Angastaco en el kilómetro 4.380 donde se levanta, magnífica, como de fantasía, la belleza escénica de la Quebrada de Las Flechas.

El Monumento Natural Angastaco fue creado para proteger una superficie aproximada de 1.200 hectáreas, ubicada dentro de la ecoregión de monte y prepuna donde entre algarrobos blancos y negros, jarillas, molles y cactáceas rastreras habitan murciélagos, cuises y zorros. Las puntiagudas formaciones rocosas, como afiladas flechas, alcanzan los 20 metros de altura y tienen una antigüedad, aproximada, de 18 millones de años.

Cafayate

Corazón de los Valles Calchaquíes salteños, aquí la vida transcurre pintada de colores: el de los viñedos, que cambia con cada estación del verde al ocre dorado, el rojinegro de los ponchos, y el rojizo de las piedras.

De cielos límpidos y soleados, Cafayate es la tierra del vino de altura donde las uvas maduran lenta y sabiamente, bajo la mirada y supervisión de los bodegueros, para ofrecer vinos de calidad. Un trabajo cuya historia puede conocerse en el moderno Museo de la Vid el Vino. Alrededor de esta actividad, la vida transcurre tranquila y favorece el encuentro de locales y viajeros. Frente a la plaza, los artesanos ofrecen sus trabajos de alfarería y platería, tejidos en lana y los típicos ponchos salteños. Las guitarras suenan en las peñas, mientras los cocineros preparan platos típicos. En las afueras, los cerros ofrecen vistas panorámicas del valle, los ríos esconden cascadas sorprendentes, las cuevas protegen pinturas rupestres y el tiempo realiza un inclaudicable trabajo de erosión sobre las rocas.

En el camino que lleva de regreso a la ciudad de Salta, por la Ruta Nacional 68, sorprende el paisaje como de cuento de la Reserva Natural Provincial Quebrada de las Conchas, donde el capricho del tiempo y la erosión que generan el sol, las lluvias y el viento logran formaciones que conforman algunas de las postales más lindas del noroeste argentino.

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